EL ORDEN DIGITAL

lunes, 25 de enero de 2010

Crónicas de viaje 2010


Crónicas de un viajero crónico
Siempre se vuelve a Santa Cruz


Por una cuestión de estilo, las notas periodísticas no se escriben en primera persona. "Vos no sos el protagonista... lo importante es la noticia, el entrevistado, el hecho a relatar" es una valiosa enseñanza que se aprende rápidamente cuando la vanidad o la inexperiencia lleva al novel redactor a usar el "yo" en sus primeros artículos, impactado quizá por ver su nombre en "letras de molde", como gusta decir nuestra primera mandataria.
Algunos editorialistas, algunos profesionales que emiten opiniones, están habilitados generalmente para utlizar la primera persona en sus textos. Los relatores de noticias hacemos bien en tomar distancia y abstenernos de esa modalidad.
Y sin embargo hoy habrá que pedir una licencia al señor Jefe de Redacción, para poder darle un toque más pintoresco al relato de algunos momentos de las vacaciones del corresponsal. Algunos comentarios podrán ser compartidos por los lectores, o cuestionados, o, en el mejor de los casos, podrán inspirar cambios en algunas situaciones que sufre el viajero de los largos caminos de nuestra Patria.

Hace más de treinta años que viajo por tierra desde y hacia Puerto Deseado. He recorrido más de cuatrocientos mil kilómetros en los omnibuses de Don Otto, La Puntual, El Pingüino, El Cóndor-La Estrella, Andesmar, TAC y seguramente alguna otra empresa que en este momento no recuerdo. Me refiero únicamente a los viajes vinculados con la Patagonia, para no extender tanto estos comentarios.
En el ya lejano 1979 y un par de años más, dormí en los bancos de madera de la vieja terminal de Don Otto esperando la combinación a Deseado, cuando Comodoro Rivadavia no tenía terminal propia. Y dormí más de una vez, varias horas, en algún lugar del campo, en alguna ruta donde el vehículo se rompía, y no había radio, ni celular, no postes SOS, y sólo restaba esperar que pasara alguien y avisara, en el pueblo próximo, para que enviaran un auxilio.

¿Puedo ir al baño?
Los baños solían ser escasos e incómodos, por aquellos tiempos. No eran una prioridad. Esto ha cambiado bastante: hoy las empresas eligen lugares más confortables, las nuevas terminales tienen mayor cantidad de sanitarios, generalmente atendidos por alguien que, a cambio de una propina, suministra papel higiénico y mantiene el lugar en condiciones aceptables. Todavía, incomprensiblemente, algunos servicios de larga distancia paran en bares que sólo tienen un baño para ochenta pasajeros, y ni hablar del pánico que produce esto cuando llegan tres micros juntos a ese pequeño parador. Llegar al w.c. es una suerte de lucha por la supervivencia. A esto se agrega que algunos choferes son altamente cuidadosos en el recuento de los pasajeros, para ver si todos volvieron a su asiento, y otros arrancan sin verificar si alguno quedó varado mientras intentaba tirar la cadena.
En algunas empresas existe la sana costumbre de advertir, cada vez que ascienden algunos viajeros, que el w.c. de a bordo "sólo recicla líquidos". Con esta elegante expresión se intenta que quienes tengan necesidades más sólidas elijan las paradas para intentarlo, y de esa manera evitar una contaminación olfativa que puede echar a perder el viaje más divertido. He consultado a varios choferes y coincidieron en indicar que hay gente que, luego de una detención de cuarenta y cinco minutos, se precipita con desesperación en el diminuto baño del micro, como aquellos alumnos que, inmediatamente después de un recreo, comienzan a levantar la mano para que el profesor atienda sus urgencias fisiológicas.

Diferencias
Después de tantas horas y tantos kilómetros andados, me atrevo a hacer una observación que pude corroborar en las últimas semanas. Un viaje del tipo "cama-ejecutivo", uno de los más caros, tiene a veces mejores servicios cuando uno viaja desde la Patagonia hacia el norte y servicios de menos calidad cuando uno regresa. Con la misma tarifa y la misma tipificación, en el trayecto Comodoro-Córdoba, o Comodoro-Buenos Aires, algunas líneas ofrecen una atención personalizada que, sin ser negativa o de maltrato, bajan en alguna medida al regresar hacia la Patagonia austral.
Esta sensación -ya que no hay documentos o pruebas más que la experiencia personal- podría ser un llamado de atención a los empresarios del transporte, que tal vez tengan un concepto no escrito en cuanto a que las personas que viajan hacia el sur del sur tienen un espíritu más sacrificado y resistente que aquellos que van rumbo al norte. Y también podría ser que el patagónico, más callado, más resignado, acostumbrado al sacrificio, al viento, a las distancias inconmensurables, parezca tener una contextura distinta que el resto de los argentinos. Habrá que notificarles que esto no es así, que si pagamos un servicio debe ser del mismo nivel que el que se presta en Buenos Aires, Córdoba o Santa Fe.

Inflación sureña
Sería necio ignorar que los costos de productos y servicios al sur del río Colorado son superiores; otra vez las distancias y los fletes influyen como desventaja comparativa. Pero hay contradicciones que no alcanzo a comprender, y aquí les dejo un dato recogido a mediados de enero del 2010. Una latita de gaseosa cuesta hoy diez pesos en la terminal de Trelew, y novecientos kilómetros más al sur, en el bar de la familia Mayofre, en Fitz Roy, la misma ración de bebida se cotiza exactamente a cinco pesos, nada menos que la mitad. Diabéticos y celíacos padecen, a lo largo de las rutas, la carencia de alimentos adecuados a sus enfermedades; en muchos lugares es casi imposible conseguir un licuado, un yogur o una ensalada de fruta.

Las películas
Viajes que oscilan entre veintiseis y treinta y tantas horas requieren algún entretenimiento. Admito que el cine, en general, tiene un efecto somnífero que me ayuda a acortar las largas horas hasta el destino elegido. En esto, algunas de las empresas transportistas tienen una falta de consideración notable hacia la gente que abonó su pasaje. De pronto colocan un dvd que no tiene audio, o no tiene subtítulos en español, y eso es todo. O nada, y pasa la tarde, la noche y la mañana como una verdadera eternidad.
Hay, entre las diversas líneas, una que se destaca, y es Andesmar, que pone a consideración de los pasajeros varios filmes de distintos estilos, generalmente con buen sonido y dobladas al castellano, acortando las largas horas de viaje.
Lo que no se entiende, a veces, es por qué suelen elegir tantas películas sobre mafias chinas, cárceles de alta seguridad y ultraviolencias varias, especialmente en períodos vacacionales de invierno y de verano, cuando un buen porcentaje de los viajeros son niños y sus respectivas madres. Los niños rápidamente se aburren y comienzan a hacer más alboroto que los mismísimos presos que protagonizan la ficción.

El olvido de siempre
Allá por el 79, en la revista "La visión del sur", que dirigía el recordado Germán Noriega, escribí mi primera nota: "Algo más que pingüinos y viento"... donde hablaba del desconocimiento que el resto del país tiene de nuestra Patagonia austral. Creo que la Patagonia sigue perdiendo esa batalla cultural. Salvo la tv pública, no hay ninguna referencia a nuestra vida cotidiana, nuestras localidades, nuestras realizaciones, nuestras problemáticas; apenas alguna referencia en los partes meteorológicos de los canales de cable da cuenta de la existencia de los nombres de nuestras ciudades.
Como en los viejos tiempos, nuestros familiares nos siguen preguntando con extrañeza y curiosidad sobre la vida por estos lares. Muchos de nuestros amigos nos dicen que no vienen porque estamos "muy lejos", como si no fuera la misma distancia la que nosotros vencemos para compartir unos días con ellos. El federalismo sigue siendo una gran deuda de la Argentina hacia la patagonia y los patagónicos.

Tres preguntas más
¿Por qué no existe un equilibrio entre el micro "lechero" que para en todos los pueblos y aquellos que realizan trayectos de horas y horas sin permitir a los pasajeros bajar para "estirar las piernas"?
¿Por qué pasamos del calor más intolerable al frío glacial por el abuso del aire acondicionado?
¿Por qué algunos choferes parecen mirar como enemigos indeseables, como estúpidas y molestas garrapatas a los viajeros que, al pagar su boleto, están abonándoles sus sueldos?

Y una canción desesperada
Actualmente hay cinco servicios que unen Puerto Deseado con Comodoro Rivadavia. Dos de Sportman y tres de La Unión. Y sin embargo, o al menos es lo que me sucede habitualmente, siempre llegamos a la ciudad petrolera demasiado temprano o demasiado tarde para combinar rápidamente a nuestra ciudad pesquera.
En el viaje reciente, a las siete y media de la mañana estábamos en Trelew. Con una parada de media hora, llegaríamos holgadamente a Comodoro. Pero hubo un largo recambio de choferes, una larga pausa para higienizar el micro, otra para cargar combustible, y como condimento final, largos minutos para un control de Gendarmería... En lugar de llegar a las 12,35, arribamos a las 13,45... el próximo servicio a Deseado partía a las seis de la tarde. La terminal de Comodoro Rivadavia no tiene una confitería ni un lugar donde depositar bolsos o valijas (tenía uno pero cerró hace un tiempo). Conclusión: Dios es perfecto, pero algunos de quienes coordinan los horarios de los transportes deben ser ateos, o al menos agnósticos.

Y sin embargo...
Para quienes hemos elegido la Patagonia como destino, como espacio para vivir y crecer, para quienes no somos nyc pero hemos hecho una "elección de amor", como dice Hugo Giménez Agüero, el viajar es una necesidad del alma, para reencontrarnos con padres, hijos, hermanos, amigos, una o dos veces al año. Dos puntas tiene el camino, y en las dos alguien nos espera.
Y como si esto fuera poco, nos traemos alguna foto para dar envidia a los amigos y a los compañeros de la redacción. Es la última travesura del verano. Ya estamos de nuevo en la actividad, al pie del teclado.

Mario dos Santos Lopes

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