papeles sueltos
EN ESTO TENEMOS QUE SER MUY SINCEROS
Somos dueños de las palabras que callamos, es cierto. Escucho a una mujer de la política -como a tantos hombres- que "en este tema tenemos que ser muy sinceros". Esto es bueno, dice el optimista que me habita. El pesimista que también convive dentro de mi mente no cree en la sinceridad. Y el otro, el realista, el que tiene los pies sobre la tierra, se pregunta si "en este tema" pretenden ser sinceros, tal vez en los otros no. ¿Por qué en este tema, específicamente? ¿No será otra frase hecha? ¿No será como el que nos da "su palabra de honor" con respecto a algo? ¿O existe, para la gente decente, otra palabra que no sea la de honor? Qué se yo.
LA CHATARRA MAS CARA YA APLASTA
El monitor dejó de funcionar. No hay repuestos. O sí, pero en la fábrica, que queda en Santa Fe. Son como 3000 kilómetros. No venden por teléfono ni por Internet. No venden en forma directa al público. No aceptan giros. No nada. El monitor ya no sirve. Costó lo que costó pero hoy no vale la pena repararlo. Es chatarra informática.
El mouse. Lo cambiamos por uno inalámbrico. Ya no andaba.
Las computadoras ya no traen disketera. Hay millones de diskettes dando vueltas por el mundo. No los volveremos a usar. Fueron. Pasaremos esos archivos a cds o a otros soportes. Pero los diskettes no se disolverán; no son biodegradables.
Alguien debería asesorarnos sobre el mejor destino de tanta basura tecnológica.
CLARO QUE QUEDAN VALORES
No es cierto que sólo admiramos a vagos, mal entretenidos, mantenidas, chantapufis y siliconadas varias que se asoman por la ventanita de la tele a toda hora. Un programa especial sobre el semanario "El Orden" remarca la figura de Epfraín Barnetson y gente de varias generaciones, de distintas edades y clases sociales, reconoce en el viejo tipógrafo a un trabajador ejemplar. Tal vez demasiado exigente, pero justo y honesto. Y en primer lugar, exigente consigo mismo. No un cultor más del "animémonos y vayan", sino un ejemplo del que primero pone su propio lomo, del que primero se pone en movimiento y hasta incomoda a los que con las manos en los bolsillos sólo saben criticar. Cuando admiramos a buena gente, a tipos laboriosos, a los que jamás se quedaron con un vuelto, a los que ayudaron a formar hábitos de puntualidad y cumplimiento en los más jóvenes, cuando hablamos bien de ellos, somos un poco mejor gente nosotros también.
AH, SI, LA LUNA
El tipo viene de muy lejos. De un lugar mucho más grande, más civilizado, más poblado, más histórico. Y nos pregunta, con avidez, con hambre de conocer, por qué se llaman así la Piedra Toba, la Bahía Uruguay, la Bahía Oso Marino, Cabo Blanco. Después del tartamudeo aparecen algunas explicaciones vagas, generales, y le pedimos unos minutos para buscar unos libros y repasar -o adquirir- algunos conocimientos. Y después nos dice que anoche vio una luna llena de colores y dimensiones asombrosas desde el Muelle de Ramón. Y nos interroga sobre el origen de ese muelle y de su nombre. Y entonces uno palidece, se avergüenza y trata de recordar cuándo fue la última vez que se tomó el tiempo necesario para ver un atardecer o para escuchar a los que tienen todavía la memoria viviente de Puerto Deseado.
Mario dos Santos Lopes
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