Viaje educativo de 3° polimodal: “Un viaje para el baúl de los recuerdos”
Amaneció nublado y muy ventoso el martes 5 de octubre, Haydée, Juan Eduardo, Paula, Karin, Martín y los chicos comenzaron a llegar al colegio temprano, acompañados de enormes valijas, bolsas de dormir y camperas de abrigo. Todo listo para salir hacia el tan esperado viaje hacia El Chalten y partimos a la ruta. Durante el viaje se escucharon los chistes de Santiago, las canciones del cancionero de Martin Llanca y cantitos futboleros junto a los mates de Cristian y Bruno. El almuerzo llegó en La Isla Pavón, en Cte.L. Piedrabuena, un partido de fútbol con chicos del lugar y algunos jugando en las orillas. De ahí, continuamos bajo el polvo del ripio, hasta llegar a un lago, que algunos desconocían y estaban sorprendidos por la belleza del paisaje y en donde se asomaba un glaciar, era el lago Viedma y su glaciar homónimo, unos kilómetros más, llegamos al atardecer a El Chalten, nos esperaban en un hostel llamado “Rancho Grande”, en donde los chicos podían encontrarse con varios turistas extranjeros y con algo de vergüenza se comunicaban en Inglés. El lugar nos pareció muy cómodo y el personal muy amable y colaborador. Las primeras actividades fueron la distribución de los grupos de trabajo diario, la ubicación en los cuartos y manos a la obra a preparar la cena. Llegó el momento de la cena, todos comieron unos espaguetis a la boloñesa y se recordaron las pautas y la rutina para el día siguiente.
Luego de un corto descanso, el miércoles 6 amaneció algo nublado y lloviznaba, luego del desayuno salimos hacia el primer paseo “El Salto El Chorrillo”, los chicos se encontraron con una pequeña cascada, tomaron del agua natural que corría por un arroyo, sacaron fotos y hacia otro rumbo. Nuestro destino era una caminata de tres horas hacia la Laguna Torre, donde se podía ver el glaciar del mismo nombre y hacia la aventura salimos. De pronto salió el sol, en grupos partimos, por los senderos hasta la primera parada que sería el Mirador, donde almorzaríamos al llegar. Los senderos eran empinados y sinuosos pero las ganas de descubrir el paisaje y el aliento de los chicos y colegas nos impulsaron a continuar. En el Mirador almorzamos frente a un paisaje maravilloso, ahí decidimos quienes seguirían hacia la Laguna con Martin y conmigo y aquellos que volverían acompañados de Karin, Paula, Haydée y Juan Eduardo al hostel. Nos separamos y continuamos, luego de caminar y caminar nos encontramos con un guardaparques que nos dio una breve charla, caminamos aún más, y al cruzar una colina, llegamos a la Laguna, fue el momento de unos mates mientras los chicos sacaban más fotos, jugaban y tocaban algunos témpanos que se acercaban a la orilla. Muchos estaban sorprendidos por el lugar y comentaban que era la primera vez que habían visto un glaciar y caminanado tanto. De regreso, llegó la hora de la merienda y el paseo corto hacia el locutorio ya que estábamos algo cansados. A las duchas y a cenar, la caminata nos agotó…
El jueves 7 de octubre a desayunar temprano, alistar los bolsos y salir rumbo a El Calafate. El paisaje nos siguió cautivando, el sol asomaba y de repente nos encontramos entrando a la ciudad para continuar hacia el ventisquero que nos llevaba al Glaciar Perito Moreno. La entrada al Parque y el camino de curvas nos asombraban cada vez más, al fin llegamos bajo un cielo lluvioso, pero no importó, igualmente recorrimos el lugar y los chicos no cesaban de sacar fotos a esa maravilla que es el Glaciar y disfrutar de los sonidos del agua al correr y de los desprendimientos de hielo. Frente a ese paisaje almorzamos y retornamos a la ciudad. Llegamos al complejo de cabañas “Nevis”, nos acomodamos y salimos a recorrer la ciudad, algunos a tomar algo caliente, hacía mucho frío y otros a comprar regalitos. Alrededor de las diez de la noche cada grupo en su cabaña cenaba unas exquisitas pizzas mientras conversaban sobre sus cosas y sugerían quedarnos hasta el domingo. Y todo termina al fin… El viernes 8, luego del desayuno, cargamos los bolsos, los termos, la provisión de golosinas y gaseosas a los micros, de nuevo hacia Puerto Deseado. Después de doce horas, varias paradas breves, muchos helados, mates, chocolates, papas fritas…llegamos a casa.
Agradecemos a todos los que nos acompañaron Juan Eduardo, Haydée, Paula, Karin, los choferes del micro municipal Gustavo y Pachindo, a Martín por el trabajo en equipo, la buena predisposición, la paciencia y el compromiso. Aprovecho la ocasión, para invitar a mis colegas y compañeros a participar de estas actividades que demandan responsabilidad, compromiso, poco descanso y demás… pero en las que los chicos tienen la posibilidad de integrarse, conocer lugares donde quizás no vuelvan y guardar en el baúl de los recuerdos la compañía de sus profes.
Marité Tadic
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