"Los indios de la Patagonia queremos el tren"
¿Por qué digo indios?, digo esto porque hay mucha gente que cree que andamos en la Patagonia con las plumas y no saben que aquí habitan: italianos, franceses, alemanes, españoles, árabes, norteamericanos, japoneses, suizos, rusos, ingleses y muchos más; y algún vasco como el suscripto que si no son franceses son españoles.
Queremos el tren Plaza Constitución-Zapala y Plaza Constitución-Bariloche. No pedimos el tren bala, cuyo costo es una barbaridad en millones de dólares, porque habrían descarrilamientos debido al mal estado de las vías y rieles. Yo no digo volver a épocas pasadas con 36.000 kilómetros de vías, de las cuales hoy hay solamente 7.000. Pero con lo que cuentan los trenes balas se pueden acondicionar las vías, comprar vagones o armarlos, comprar locomotoras. Antes habían casi 40 talleres de reparaciones, en donde se fabricaban vagones, se reparaban locomotoras; hoy no quedó ni el 15% de esos talleres, vaciaron todo. Las locomotoras a vapor que estaban reparadas las cortaron y las fundieron, pudiendo haberlas vendido a otros países que trabajaban con éstas. Así quedó el lamento de la gente por las locomotoras que fueron orgullo de ciudades como Ingeniero Jacobacci, con la 500 y 501, las más poderosas de dos cilindros de Sudamérica; en Neuquén las 1500-32-41-43, entre otras. En los talleres habían maquinarias y herramientas, ¿adónde fue todo eso?
Se le quitó a la gente un medio de movilidad cómodo y económico, con el cual se evitarían muchos accidentes de tránsito. Las cargas pesadas rompen las rutas, mientras que un tren arrastra la carga de muchos camiones y con las vías reparadas duraría muchísimos años. Un transporte como el tren marchaba con lluvia, nieve, a diferencia de los micros. Sin los trenes, infinidad de pueblos quedaron aislados, sin rutas. Es más, el cierre de los ferrocarriles provocó que miles de personas emigraran a las grandes ciudades, conllevando así al problema de viviendas. Por lo tanto, considero que un buen sistema de ferrocarril cambiaría la situación del país, con una buena administración dirigida por un ingeniero ferroviario que entienda de hierros, que cuando compren locomotoras se cercioren de que haya repuestos para las mismas. Para evitar que suceda lo mismo que cuando compraron la enorme cantidad de locomotoras diésel y cuando hubo que hacer las reparaciones pertinentes se les dijo que no se fabricaban más y había cementerios de locomotoras por todos lados.
Me atrevo a decirles que con vías en condiciones un tren de pasajeros desde Neuquén a Plaza Constitución no tardaría más de 14 horas de viaje. Las locomotoras diésel viajan a 140 km por hora y a esa velocidad se activa un dispositivo, hombre muerto, frena el tren y se para el diésel. Sin embargo, a 120 ó 130 km por hora se pueden hacer los 1.200 km en 14 horas, parando 1 minuto por estación habilitada.
Me gustaría excelentísima señora presidenta de los argentinos que leyera esta carta mal trazada de este humilde ex maquinista o conductor ferroviario, que no alcanza a entender por qué en otros países los trenes corren a 350 km por hora y aquí no tenemos trenes porque a un individuo se le ocurrió cerrar los ferrocarriles. Dejando así a 100.000 familias del ferrocarril sin trabajo, de las cuales en este momento sólo viven 12.000.
Por último, sugiero una propuesta de comunicarse con la comisión directiva de La Fraternidad y jubilados, en donde hay instructores, gente de mucha experiencia que puede asesorar junto con miembros de la Unión Ferroviaria. Todos ellos, cincuenta personas, que quieren al ferrocarril y por supuesto a nuestra patria.
Excelentísima señora presidenta de la Nación, abriendo talleres y habilitando estaciones se abriría una importante fuente de trabajo. Sin otro particular, se despide atentamente un humilde ex maquinista jubilado.
Armando Errrecart, LE 7.382.210 - Neuquén
Carta publicada en el diario RIO NEGRO
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