Australia
demandó en 2010 a Tokio por encubrir la captura para su venta comercial
y consumo humano. El fallo es vinculante y servirá para regular la caza
de cetáceos en el Antártico. Japón podrá seguir faenando en el Pacífico
norte.
La
captura de ballenas, especie protegida, con fines científicos,
practicada por Japón en el Antártico, no está justificada. El Tribunal
Internacional de Justicia de Naciones Unidas (TIJ), ha decidido este
lunes que Tokio “ha violado sus obligaciones en virtud del Artículo VIII
de la Convención Internacional para la Reglamentación de la Caza de
Ballenas (1946)”. Según los jueces, los permisos especiales invocados
por las autoridades niponas “para analizar la competencia natural de las
especies y el ecosistema que habitan, no se corresponden con la cifra
de piezas arponeadas”. Japón deberá anular las licencias en vigor y no
podrá emitir nuevas. El fallo es vinculante, pero no incluye el Pacífico
Norte, donde Japón sigue faenando.
Según
un informe del Instituto nipón para la Investigación de los Cetáceos,
en 2013, la venta de su carne reportó unos 14 millones de euros. El caso
se deriva de la demanda presentada en 2010 por Australia contra Tokio,
por encubrir justamente la caza comercial en el Antártico bajo su
Programa de Investigación de Ballenas (JARPA II). En vigor desde 2005,
el mismo le ha permitido arponear cada año unos 850 rorcuales
aliblancos, y 50 rorcuales comunes y ballenas jorobadas,
respectivamente, según las cifras presentadas en La Haya, sede del TIJ.
El Programa nipón responde a una cláusula especial incluida en el
artículo VIII de la Convención Internacional, para las capturas con
fines científicos, contrastada por los jueces.
“No debemos juzgar los méritos de la investigación invocada, sino establecer si el
de capturas se ajusta a los términos de la Convención. Aunque el
programa nipón incluye estudios científicos, los ejemplares cazados
superan estos objetivos.”, ha dicho Peter Tomka, presidente del TIJ. La
presentación de dos informes, en 2005, sobre la y costumbres de nueve ejemplares “no guarda proporción con las capturas totales”, añade la sentencia.
En
1972, la Conferencia de la ONU sobre el Medio Ambiente Humano
estableció una moratoria -todavía en vigor- para conseguir una pesca
sostenible que no amenazara el futuro de la especie marina. Aunque la
disposición entró en vigor en la temporada 1985-86, Japón la ignoró al
principio. Después, enarboló la bandera de la ciencia para seguir
cazando. La carne de ballena sigue siendo muy apreciada en la cocina
nipona, de ahí que tanto Australia como Nueva Zelanda, que ha
intervenido en el caso, como las organizaciones ecologistas, señalaran
que los ejemplares acaban en el mercado. Como alternativas a la auténtica caza científica, sugieren modelos de
y la toma de muestras de ADN en ejemplares vivos, ya sea piel, grasa o
desechos fecales. El Tribunal de la ONU sí ha mantenido la caza de
subsistencia por parte de grupos aborígenes. Noruega e Islandia
defienden también una captura controlada para usos comerciales.
Por
Isabel Ferrer; El País – España)
www.nuestromar.com
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