A los 97 años, murió una de las primeras mujeres universitarias, doctora en Química. Tuvo un rol clave en la fundación del CELS. La detención de su hijo Gustavo en 1975, que estuvo más de siete años preso, signó su vida y la de su esposo.
A los 97 años, luego de una vida dedicada a la ciencia y la investigación y de una intensa militancia para denunciar los crímenes del terrorismo de Estado, murió ayer Angela Muruzábal de Westerkamp. Doctora en Química, docente universitaria, fundadora de la Universidad Tecnológica Nacional, su vida dio un giro radical tras la detención de su hijo Gustavo, que durante siete años y medio peregrinó por las cárceles de la dictadura. A través de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y más tarde del Centro de Estudios Legales y Sociales, siempre junto a su esposo José Federico “Pipo” Westerkamp, Angela se ocupó durante años de ayudar a los familiares de presos políticos que la dictadura encerraba bien lejos de sus seres queridos y participó en 1980 de la difusión clandestina del “Informe prohibido” de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. “Creo que muchas mujeres estarán orgullosas, las representó muy bien”, escribió ayer Gustavo. “Se fue esta madrugada suavemente, se apagó”, apuntó en su perfil de Facebook.
Angela Muruzábal había nacido el 18 de septiembre de 1914 en Puerto Deseado, provincia de Santa Cruz, donde vivió su primera infancia. Junto a su familia, numerosa, de origen vasco, se trasladó a Buenos Aires. A los veinte años ingresó a estudiar a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Corría 1935 y las mujeres eran minoría en la academia: sobre 45 matriculados, 40 eran varones. En la facultad conoció a quien sería su esposo, Pipo Westerkamp, con quien tuvo tres hijos, incluida una niña que murió a poco de nacer.
En 1940 se recibió de doctora en Química con diploma de honor y medalla de oro, que no recibió por falta de presupuesto, según historió la licenciada María Ferraro en el boletín de la Fundación Síntesis, que homenajeó hace un lustro la trayectoria de Muruzábal. Una vez recibida comenzó a ejercer la docencia en la Universidad de Buenos Aires y en el exterior, en las universidades de Columbia y de Nueva York. Durante sus años en los Estados Unidos conoció a Albert Einstein, en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, New Jersey. En nuestro país trabajó con los médicos Bernardo Houssay y Luis Federico Leloir en el Instituto de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UBA. En 1955, luego de quince años como docente de la UBA, participó de la fundación de la Universidad Tecnológica Nacional, donde se desempeñó hasta 1978.
Su vida dio un giro el 21 de octubre de 1975, cuando Gustavo fue secuestrado tras la revisación médica para el servicio militar obligatorio en el Regimiento de Patricios. Angela sabía de la militancia de su hijo, incluso lo había acompañado al funeral de un amigo muerto en un enfrentamiento con militares. Westerkamp hijo fue torturado durante dos días en la Superintendencia de Seguridad Federal y luego comenzó a peregrinar por las cárceles de Villa Devoto, Sierra Chica, La Plata y Rawson, siempre a disposición del Poder Ejecutivo, pero sin cargo ni proceso. “Siete años y medio preso sin condena. Estos no se animaban a condenar”, afirmó Westerkamp padre, entrevistado para el archivo oral de Memoria Abierta.
“Angelita estuvo siempre al lado del movimiento de los derechos humanos, muy cerca del CELS en sus primeros tiempos”, recordó ayer Cristina Caiati, integrante del Centro de Estudios Legales y Sociales desde 1980. Recordó su participación en la reproducción y difusión del informe de la CIDH que ingresó al país Emilio Mignone, fundador del CELS, y que junto a un grupo de Madres de Plaza de Mayo hicieron llegar a políticos, periodistas, jueces y dirigentes. “También hizo un trabajo muy importante en 1981, cuando metieron presos a todos los miembros de la comisión directiva. Llamó a todo el mundo en Estados Unidos. Se movió mucho para que recuperaran la libertad”, apuntó. Caiati destacó en particular la relación que Muruzábal tejió con Tex Harris, un diplomático norteamericano que recibió a centenares de familiares de desaparecidos y que tendría un rol clave en la fundación del CELS. “Trabajó muchísimo para generar interés internacional sobre lo que pasaba en el país. Fue una mujer muy solidaria con todos los familiares y las víctimas”, recordó.
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