EL ORDEN DIGITAL

jueves, 20 de septiembre de 2012

CUMPLE CIEN AÑOS LA MAS ANTIGUA POBLADORA DE PUERTO DESEADO, SOLEDAD RIBAYA DE PANTIGA


Doña Soledad Ribaya de Pantiga nos relataba en octubre del 2007 que ella nació en la estancia “La Pluma” el 20 de Septiembre de 1912. Hija de Santiago Ribaya y Silvia Muruzábal. Su padre salió de España a los 16 años corrido por la guerra de Marruecos, era asturiano. Vino por el Pacífico hasta Chile pero como no le gustó, pasó a Río Gallegos, y allí se quedó hasta que pudo comprar un caballo, una montura y 400 animales. Así llegó a la zona de Mazarredo y fundó la estancia La Pluma. Ya había fundado otras estancias anteriormente pero eligió ésta para quedarse. A los 10 años de haber fundado el campo se casó con una española Silvia Muruzábal, que se encontraba en ese momento en Río Gallegos. De este matrimonio nacieron 8 hijos, Lucho, Nico, Magdalena, Delfina, Santiago, Julio, Pilar y Soledad.
Sus padres vinieron a vivir a Deseado en el año 1921 pues sus hijos se encontraban en edad escolar. Las clases daban comienzo en septiembre ya que en invierno no había por el mal clima.
Soledad recordaba que su padre luchó mucho para que vinieran los salesianos, ya que había gran cantidad chicos que no sabían leer ni escribir, así fue que el Padre José Beauvoir con mucha ayuda se logró instalar, consiguiendo un terreno para edificar el Colegio. Una vez llegados los salesianos, las mujeres empezaron a solicitar también educación, en razón a ello vinieron las religiosas, quiénes hasta tanto lograron  ubicarse en la fonda “Los Vascos”, (donde actualmente está la carnicería de Piñero), estuvieron viviendo en la  casa de su familia  ubicada frente a la escuela 5, ya que ellos en vacaciones estaban en el campo, luego hicieron las gestiones para que les dieran un terreno en el cual edificaron el colegio y pusieron pupilaje. En ese sitio anteriormente había  una chanchería que era del Sr. Gunther.
Soledad inauguró los viajes en tren en 1912, ya que cuando llegó al Km. 95 desde allí al campo lo hacían en sulky, que eran 4 leguas. La lana se llevaba en chata desde la estancia  hasta la estación del Km. 95, y desde ahí se la traía en tren hasta el puerto.
En un principio los campos de alrededor de La Pluma eran de los Menéndez Behety pero luego el gobierno sacó un decreto que estipulaba que no se permitía tener más de 8 leguas, entonces se pobló con otra gente, entre ellos las familias Fuentes,  Telmo Fernández, Peláez, Fernández Iglesias y Núñez Grant.
Doña Sola, como la llaman, de chica aprendió a tejer a dos agujas, a coser, a bordar, ya que en su casa nunca se compraban las sábanas, sino que se adquirían las piezas de telas y su mamá le enseñaba a hacer los bordados, lo mismo que a tejer los pulóveres. A ella le tocaba hacer siempre los pulóveres para a su hermano Nico.
Siendo muy jovencita viajó a Buenos Aires y se instaló durante tres años para aprender corte y confección y cuando regresó su papá le hizo un saloncito donde empezó a enseñar a coser y a bordar. Luego en el año 1947 se casó con don José Pantiga,  que era asturiano y a quién conoció acá en Deseado, él tenía una tienda que se llamaba “El Porvenir” y también viajaba por las estancias con su camión cargado de mercaderías junto a Paco Suárez y Salvador Vázquez, más tarde con los años la sociedad se desarmó.
La tienda “El Porvenir” estaba ubicada en el mismo sitio que actualmente está la casa familiar (12 de Octubre y Gregores). El terreno era del Sr. Sumich, y luego la familia Pantiga lo compró y edificó.
Al consultarle acerca de la actividad social que se desarrollaba antiguamente en Deseado, ella nos contó que en otros tiempos se festejaba mucho el día de la Raza, y los carnavales, los que eran organizados por  la Sociedad Española de Socorros Mutuos y la Sociedad italiana La Gioconda, los bailes empezaban a las 11 de la noche y finalizaban a las 6 de la mañana, se hacían concursos de baile, y de disfraces, los que eran realmente  muy familiares.
El marido de Soledad, Don José Pantiga jugaba a los bolos, y viajaba a competir a Las Heras, y Comodoro Rivadavia,  y luego los competidores de esas localidades venían a Deseado. Algunos asturianos eran los Peláez, Anselmo Fernández, Dimas Martínez, Pérez, todos se reunían en un bar que se denominaba “La flor de Asturias”; era la colectividad más grande que existía. Ellos trabajaron e hicieron muchas gestiones para que se dotara a la localidad de un hospital, participando de otras iniciativas como la de hacer abrir algunas calles, como la Brown, o la Ameghino, cuyo sector  era todo rocoso y hubo que dinamitar para hacerlas transitables.
Soledad recordaba que en el campo tenían vacas y cuando crecían los terneritos, su papá traía algunos para donarlos,  con los que hacían rifas  a beneficio del hospital u otra institución; así fue que se colocaron los pisos del colegio San José.
Como no podía faltar, en esta charla, quisimos saber que hoteles había antiguamente, contándonos que había gran cantidad, recordando entre ellos al hotel Colón, la Perla, Argentino, Internacional, las fondas de Gárriz y la Leonesa.
En la esquina de Brown y Don Bosco había un cine que se llamaba Colón, era de la familia de Francisco Conz, que luego se incendió. Un hermano de Conz, casado con la señorita Sarchi tenía un comercio en la esquina de San Martín y Brown; en la misma cuadra había una librería que se llamaba “La Porteña” de Eschoyez, y  estaba la agencia Ford.
La fiesta del año en Deseado era la de la Sociedad Rural, habían exposiciones y gran cantidad de hacienda, su papá tuvo muchas medallas por la finura de la lana.
Mientras vivían en la Pluma, allí se sembraba y cosechaba todo tipo de verduras, zapallitos, arvejas, chauchas, coliflor, lechuga, achicoria, por lo cuál se venía al pueblo solo una o dos veces al año  para comprar nada más que las cosas envasadas.
En esta charla le pregunté a Soledad, con que asistencia médica contaba el Deseado de antes, relatándonos que cuando  llegaron al pueblo estaban los doctores Pietranera y Barni, quiénes iban a edificar una clínica en la actual casa de la Dra. Zubimendi, pero luego decidieron irse y se  la vendieron al Sr. Estévez. Luego cuando se inauguró el Policlínico vinieron los doctores Vilaseca y Gauna.
Estos son algunos párrafos de la larga entrevista realizada hace 5 años a Doña Soledad Ribaya. Hoy Soledad acaba de cumplir 100 años, es nuestra pobladora más antigua. Al momento de conversar con ella mostró una gran predisposición y lo hizo con sumo agrado. Este relato sumado a otros tienen mucho que ver con el Deseado de sus comienzos, cuando la vida era mucho mas dura, cuando había tanto por hacer, cuando hizo falta este grupo de personas a las que no les faltó coraje para emprender a fuerza de mucho trabajo alguna nueva empresa que permitiera el desarrollo y engrandecimiento de este querido lugar que eligieron para vivir.

Violeta Martínez
ARCHIVO HISTORICO MUNICIPAL “PALMIRO PEDEMONTE” PUERTO DESEADO

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