Falleció Raúl Ricardo Alfonsín, un icono, lo más cercano a un prócer que podemos tener en estos tiempos y quizás el último verdadero forjador del país. Lejos de desmerecer la totalidad de los mandatos o mandatarios sub siguientes quizás esta sea la ultima de esas despedidas multitudinarias, proveniente de todos los sectores y masivas, de esas de verdad sentidas como si fuera la de algún libertador o general que marco el cambio, que hizo una diferencia en el destino de la República.
Desapareció un demócrata, un forjador de la libertad, el
responsable del retorno de aquella democracia que vio la luz después de la repugnante oscuridad que Argentina sufrió entre el ´76 y el ´83, que peleó y se animó a enfrentar al monstruo de la represión, a pedir por los
derechos de todos los que
habitamos este país, hasta el día de hoy. Tomó las riendas de una nación golpeada hasta la muerte casi en todo sentido, e impuso decisiones más que oportunas en un tiempo en el que las fuerzas armadas todavía tenían su aparato destructor fácilmente desplegable. Hay que recordar que aún con la democracia reestablecida la sublevación militar era aún posible e intentos no faltaron, y juzgar como se juzgo históricamente a la junta no pasaría desapercibido por éstos señores y hasta peligroso parecía. Algunas decisiones le significaron cuestionamientos de varios sectores, pero hay que reconocer que no era tan fácil como se creía.
Fue quien quería la unión, no la pelea entre partidos, no quería fundamentalismos, deseaba el diálogo, hizo verdadera política dando vuelta completa al país más de una vez, solo política y reales ideas. No se enriqueció, no aprovechó privilegios, ni hasta el último día de vida gozó de los beneficios; donaba religiosamente su pensión presidencial y vivió en la misma casa durante toda su vida posterior a la casa de su niñez.
La palabra que más se repite cuando se lo recuerda y la que más se evoca en sus homenajes es DEMOCRACIA. Aquella
democracia que proclama la participación del pueblo en las decisiones del gobierno, que reivindica la libertad tan
apreciada, tan querida, esa libertad que hoy, los que tienen memoria y los que saben, aprecian porque la Argentina no gozó de ella en más de una
oportunidad y por largos lapsos de tiempo. Aquella democracia con la que se come, se cura y se educa. La que a veces parece imperfecta pero sólo por la manipulación y el manoseo que sufre.
Sin ni siquiera pensar ni querer alinearme en un partido político, proclamo sus ideas. Ni peronista, ni radical, sin rótulos; solo aceptar la realidad de su obra. Tal vez ningún próximo ex presidente en dejar de existir sea tan significativo, homenajeado, reconocido, ni tan querido como él. Por eso a partir de ésta perdida hay que proclamar un mensaje positivo, enseñar a los jóvenes -cómo el que escribe ésta nota- porqué duele, porqué se lo recuerda, qué es la democracia, porqué fue aclamada y agradecida su llegada a la presidencia. Hay que crear memoria, para que la libertad y los derechos humanos no sean socavados otra vez. Enseñar qué hizo, porqué y para que sirvió. Invitar a leer, a informarse. Hacer saber que cuestiones tan básicas como caminar por la calle, leer los libros que nos gustan, escuchar la música de nuestro agrado no era tan simple como lo es hoy, que mucho de eso era como un crimen. Que hubo quienes decidieron sobre la vida de miles de personas, y que les quitaron la identidad a muchas otras. Hay que enseñar para que nunca vuelva a suceder.
Todo esto significó Raúl Ricardo Alfonsín, y quizás muchas cuestiones quedaron afuera en éste mensaje. Lo que falta o lo que sobra queda a criterio de los que lean ésta nota, porque por suerte tenemos la libertad de pensar y expresarnos como éste autor aquí lo hizo.
Que descanse en paz
Darío Marsicano
No hay comentarios:
Publicar un comentario