EL ORDEN DIGITAL

jueves, 27 de junio de 2013

HISTORIAS DE LA HISTORIA DE PUERTO DESEADO/ IMPACTANTE NAUFRAGIO EN 1887


El Magallanes, un naufragio con visos de tragedia…

Durante muchos años después del paso de Hernando de Magallanes en 1520 fueron los barcos los únicos medios de comunicación existentes. Cuando comienza a poblarse el extenso territorio patagónico la mayoría de los inmigrantes eran conocidos como “ los bajados de los barcos”. La mayoría provenientes del Viejo Mundo, a su arribo, eran alojados en el Hotel de los Inmigrantes. Quienes elegían como destino la Patagonia, tomaban los navíos que cada 60, o más días, llegaban a aquellos lejanos puertos. Sus habitantes recibían con grandes expectativas su arribo, ya que eran portadores entre otras cosas de víveres, correspondencia y sobre todo diarios y revistas donde tomaban conocimiento de los acontecimientos ocurridos en el país y en el mundo aunque muy fuera de tiempo (60, o más días después). El aislamiento y por ende la incomunicación era uno de los mayores obstáculos de quienes habían elegido para vivir estas tierras  irredentas. Los viajes largos, no estaban exentos de un alto porcentaje de riesgos debido a las grandes tempestades que los sorprendían durante el trayecto. La mayoría de los puertos no tenían un buen lugar de atraque. Teniendo que hacerlo en el mejor de los casos a varios metros de la costa, con el consiguiente peligro de que algún pasajero pudiera golpearse o caer al agua.

La Ría Deseado fue siempre un lugar seguro para las naves cuando el mar se embravecía, pero también, los capitanes deberían tener amplio conocimiento de sus accidentes rocosos. Un choque contra ellos podría provocar serias averías a sus naves e inclusive poder quedar para siempre en el lecho de la ría. Luego de la fundación de la localidad en julio de 1884, dos acontecimientos importantes, conmovieron profundamente a sus habitantes. El primero, en 1885, con el fallecimiento de su fundador, el Capitán Antonio Oneto, quien fuera el sostén espiritual de la colonia, preocupándose constantemente por los problemas individuales y comunes. Dos años después, cuando los colonos muy lentamente comenzaban a adaptarse a las exigencias y rigores que les imponía la nueva vida, otro gran acontecimiento los sacaría de la fría rutina de un día invernal: el 26 de junio de 1887 naufraga en las costas de la Ría el Transporte Nacional Magallanes quien impactó con un promontorio rocoso, que desde entonces lleva su nombre.

Entre los pasajeros estaban: el gobernador de Santa Cruz Ramon Lista, de Tierra del Fuego Felix M .Paz, el subprefecto Candido Chánetton, el ayudante Lius Fique y otros funcionarios de marina. También se encontraban a bordo el doctor Polidoro Seguers y familia (quienes se radicarían en el joven poblado de Ushuaia, en la Tierra del Fuego), el capellán José María Beavoir, y el jefe de policía Luis Botazzi. El Comandante del barco era el teniente de navío Carlos Méndez. El total de tripulantes era de 63, los pasajeros de cámara 36 y los de segunda eran 69. El anuncio del naufragio fue recibido por las autoridades marítimas mediante una proeza marinera del piloto José Moristani, que en una pequeña embarcación de la Subprefectura de Puerto Deseado navegó a vela hasta la desembocadura del Río Negro, donde hizo llegar la primera noticia hasta Patagones…

Sólo dos personas, perecieron ahogadas. Los pasajeros pudieron seguir viaje en el vapor Mercurio y los tripulantes regresaron a Bahía Blanca en un buque de guerra.

Transcurridos 34 días sin novedades, el gobernador Ramón Lista y tres baquianos, montaron a caballo en Deseado y llegaron a Puerto Santa Cruz 18 días después, con el fin de organizar los auxilios. En esta tarea se encontraba cuando supo que Moristani había andado más rápido...

Anoticiado de los sucesos a través de los mensajeros de la falúa “Patagonia”, el Jefe de la Sub-Prefectura del Carmen de Patagones telegrafía las novedades al Prefecto Marítimo Don Carlos Mansilla. Éste informa las novedades al Ministro del Interior Eduardo Wilde del que dependía, y también da parte al Ministro de Guerra y Marina General Racedo. Mansilla, sabía que el reciente desastre ponía en peligro no sólo a los náufragos, sino también a todas las Dependencias del sur, que esperaban los víveres y el equipo que el Magallanes ya no les llevaría.

Mansilla, conocedor de lo que la situación merituaba, eligió el mejor buque que había en el puerto, el Mercurio y lo contrato manu militari. A pesar del domingo intermedio logró dotarlo en tres días de aprovisionamientos y abrigos para todas las Dependencias sureñas, sin excluir a los náufragos.

La Armada Nacional, por orden del General Racedo, envía dos buques, la cañonera Uruguay y el transporte Azopardo, que llegan al lugar del siniestro aproximadamente el día 24, dos días antes que el Mercurio. Los buques de la Armada prestaron los auxilios indispensables.

En nuestros días, un atraso de este tipo se puede interpretar como una demora en recibir una partida de dinero para comprar los víveres, existiendo diversas instancias para subsanar el  problema. Por aquel entonces  la cosa adquirió ribetes de tragedia.

Ricardo Alejandro Vázquez

No hay comentarios: