FERIADOS SIN SENTIDO
¿Por qué la gente, la mayoría de la gente, ha dejado de concurrir a los actos patrios? Algunos, que antes no concurría, ahora sí lo hacen, porque son funcionarios y se sienten obligados. Antes no iban. Cuando dejen la función pública no irán nunca más. Van porque están cobrando un sueldo del estado y por alguna razón parece que tuvieran que estar ahí un rato, con escarapela y todo.
Así pasa con los que tuvieron un cargo, y que participaban de los actos cuando eran invitados a un lugar en el palco. Se acabó el palco, se acabó la escarapela y la Patria. O algo parecido.
Algunos docentes van a los actos porque tienen la obligación de hacerlo; tienen que acompañar a sus alumnos, abanderados, etc. O fueron invitados a pronunciar un discurso. En el próximo acto, al no estar obligados, no concurrirán.
Alguien lee un discurso, florido o llano. Exalta las virtudes de los próceres, hace una apelación a la actualidad, critica o no al gobierno y a las estructuras del poder, o a los sindicalistas, o cita largas frases de algún libro de historia. No hay problema: nadie, o casi nadie, lo escucha. El cura párroco pronuncia unas palabras de oración por la Patria, que tampoco son escuchadas, salvo que al cura se le ocurra decir algo sobre la realidad local.
Pies fríos, bufandas enrolladas, desfile, y tal vez un chocolate caliente. Volver a casa para comer unas empanadas o un buen locro. Eso es todo. ¿Y la Patria?
Aquellos viejos inmigrantes cantaban emocionados el himno de una Patria que los había cobijado cuando llegaron de la guerra, del hambre, de múltiples huidas y de la búsqueda de la América. El acto de homenaje a la Patria estaba enmarcado en un gran festejo que incluía asado, carreras cuadreras, baile popular, kermesses, obras de teatro, guitarreadas, danzas criollas y de los países de origen. El acto era una parte de la fiesta. Con el tiempo la celebración popular desapareció y sólo quedaron actos oficiales donde las autoridades lucen sus trajes en el palco, los discursos se leen a desgano y pareciera no haber nada para festejar.
Mario dos Santos Lopes
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