el otro lado
PENSANDO EN LAS MUJERES
Cansado de leer y escuchar saludos para las mujeres en su día, me puse a pensar en algunas que no figuran ni figurarán en ninguna terna, que nunca tendrán una calle con su nombre, y sin embargo...
Mujeres que multiplicaron la sopa y el puchero para alimentar hijos, sobrinos y hasta algún vecino con un presupuesto que no sabía de subsidios ni premios ni tarjetas de crédito.
Mujeres que se perdieron la infancia y la adolescencia por criar y cuidar como madres a varios hermanitos, y cuando se dieron cuenta, había pasado media vida y ya no supieron ser novias o esposas.
Mujeres que llegan a sus trabajos elegantes, sonrientes, y cuidadosamente maquilladas para que no queden los rastros de la noche casi sin sueño por cuidar a un hijo o a un padre enfermo.
Mujeres que resistieron a pie firme tiranías matrimoniales denigrantes sólo por amor a sus hijos, cuando no existían los recursos legales que han ido apareciendo en estos últimos años.
Mujeres que vieron caer y derrumbarse al hombre que no se bancó la desocupación y sus consecuencias, y se arremangaron para sostener una familia que se estaba quedando sin eje.
Mujeres que no estudiaron pero supieron que sus hijos tenían que estudiar, y que aprendieron cada una de las materias para que sus hijos tuvieran la mejor maestra particular.
Mujeres que, a la edad de jubilarse, empezaron de nuevo con los pañales y los pediatras y la salita de cuatro, porque alguien tenía que hacerse cargo de los nietos, porque como ellas bien lo saben, «los chicos no tienen la culpa».
Mujeres que superan a cualquier ministro de economía y que, con sus trabajos o changas, siempre tienen algún ahorro para las emergencias, especialidad de abuelas y tías.
Mujeres que dedican largos años a ser madres de sus padres ancianos o enfermos, renunciando a muchos de los momentos gratos a los que tienen legítimo derecho.
Mujeres que siempre tienen una latita con consejos y algún reproduche en la alacena para cuando el tipo anda desorientado cargando con sus complejos, sus desvaríos y las consecuencias de sus metidas de pata.
Mujeres que se plantan y dicen «basta» cuando todos creen que tienen derecho a reclamarles cosas y después se mueren de culpa creyendo que siempre tendrían que haber dado algo más.
Mujeres que ayudaron a sus hijos a crecer, a ser libres, y que, cuando son mayores y quieren viajar, reír o volver a enamorarse, tropiezan con la incomprensión de esos pequeños -o grandes- tiranos.
Esas mujeres están acá cerca, tal vez conocés a alguna. Tal vez hay alguna a la que podés decirle que la admirás, o que le pedís perdón, o que la querés. Eso es mucho más eficaz y sincero que cualquier saludo de circunstancia o cualquier regalo material. ¿No te parece?
Mario dos Santos Lopes
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