UN SEPELIO MUY ESPECIAL
Sepultan los restos del marino de la Swift
Con honores militares y en una emotiva ceremonia, los huesos del tripulante de la corbeta inglesa Swift, hundida en 1770 en las costas de Puerto Deseado, en Santa Cruz, fueron sepultados el viernes último en el cementerio británico de la Chacarita, después de que científicos del Programa de Arqueología Subacuática del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (Inapl) los hallaron el año pasado.
Además de ser el primer esqueleto completo encontrado bajo aguas argentinas en una investigación arqueológica, los huesos ostentan un nuevo récord: pertenecen al cuerpo más antiguo que se haya enterrado en un cementerio porteño. Los primeros en recibir sepultura fueron los de la uruguaya Dolores Maciel y de un joven llamado Juan Benito, ambos en el cementerio de la Recoleta, en 1822, cuando se inauguró.
La historia que concluye con la nueva sepultura comenzó hace 237 años, cuando la corbeta Swift emprendió un viaje de reconocimiento geográfico con destino a Puerto Egmont, la base británica en las islas Malvinas. Según documentos históricos, vientos fuertes empujaron a la nave hacia la costa, donde chocó contra una roca y se hundió.
La mayoría de los tripulantes logró llegar a tierra firme, pero murieron el cocinero -su cuerpo apareció flotando al día siguiente- y dos infantes de marina, Robert Rusker (21) y John Ballard (23). Uno de ellos descansa en la Chacarita ¿pero quién?
Según los investigadores, es imposible determinarlo a partir del estudio de los huesos, ya que ambos coinciden en la edad. La única esperanza es el ADN.
El equipo del Inapl, a cargo de la investigadora Dolores Elkin, del Conicet, tomó un diente y un fragmento de fémur para comparar el material genético con descendientes de Rusker o Ballard. La búsqueda no es fácil: hay siete generaciones de por medio y, por la corta edad de los marineros, es improbable que hayan tenido hijos. Además, los documentos de nacimiento son manuscritos y los pueblos pueden haber cambiado de nombre o haber sido absorbidos por otros. Igualmente, la tarea está en marcha.
Afán por la identidad
El afán por darle identidad al marino que sorprendió a todos por su excelente salud dental -sólo tenía 3 caries- sigue adelante.
Antes de su entierro, los expertos sellaron fisuras y cavidades craneales deterioradas por la exposición al agua durante tantos años y usaron caucho siliconado para copiar con exactitud la textura y el relieve. Así, pudieron confeccionar «una réplica del cráneo original en resina poliéster para poder reconstruir sus rasgos faciales en un futuro», explicó Elkin a LA NACION. También analizarán su dieta.
Los arqueólogos pidieron que el ataúd cerrara herméticamente para poder conservar los huesos intactos a disposición de nuevas generaciones de investigadores: «Quizás más adelante haya otras técnicas y estudios que hoy desconocemos. Queremos dejar abierta la posibilidad de que los análisis continúen», dijo Elkin apasionada.
A su lado, el capitán de navío Christopher J. Hyldon, agregado de Defensa Militar y Naval de la embajada británica, miraba la bandera de su país que cubría el féretro. «Estamos muy orgullosos. La posibilidad de poder mostrar nuestros respetos a uno de los primeros exploradores de estas aguas es única», comentó.
El Inapl trabajará algunas temporadas más en Puerto Deseado. Hasta ahora, los huesos del náufrago, vasijas, botellas, un reloj de arena y una horma de zapato, entre otros elementos, han «hablado» de la vida a bordo de la nave del siglo XVIII. Pero ¿es posible encontrar el otro esqueleto? Los investigadores que se sumergen en las frías aguas santacruceñas afirman que no es imposible.
Por ahora, una nueva lápida en el sector del cementerio destinado a los muertos de las fuerzas armadas británicas reza sobre el marino desconocido: «An unknown private marine HMS SWIFT 18 March 1770». Los esfuerzos por darle un nombre al habitante más antiguo de un cementerio porteño ya comenzaron.
(Nota de Emilse Pizarro -diario LA NACION)
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