QUIENES ERAN LAS VICTIMAS
Eduardo Musacchio, Juan Carlos Begovic, Antonio López, Sara Tula y Gustavo Basaldúa, son los cinco pasajeros fallecidos que residían en Comodoro Rivadavia.
Musacchio era un reconocido geólogo y profesor de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, padre de Sebastián, quien en 2009 fue asesinado cuando recorría Catamarca como mochilero.
Basaldúa era gerente de la sucursal Comodoro Rivadavia del Banco Credicoop. Lo esperaba su novia en el aeropuerto de esta ciudad. Se iba a casar en poco tiempo.
Begovic, de profesión ingeniero, ocupaba uno de los máximos cargos de la empresa Clear en el grupo Indalo. “Había ido a Mendoza a firmar un convenio y venía a una reunión de directorio. Era una persona excepcional que hace 20 años que estaba en la empresa”, lo recordó ayer el gerente del grupo empresarial, Gustavo Lupiano.
Sara Tula había viajado a Mendoza hace dos meses por cuestiones familiares y regresaba a Comodoro Rivadavia para visitar a sus hijos.
Antonio “Tony” López, de 54 años, era originario de Córdoba, pero residía junto a su esposa e hijos en Comodoro Rivadavia. Se había jubilado tres meses atrás como operario petrolero. Sin embargo, había vuelto a trabajar en una firma de ese rubro. Regresaba de un viaje laboral desde Mendoza.
Mientras, Carina Soledad Mansilla de 20 años y su bebé Santiago Benjamín Slopper, de apenas diez meses y único niño que viajaba, eran oriundos de Pico Truncado. Se trata de la esposa y el hijo de Daniel Slopper, quien hasta hace pocas semanas fue subsecretario de Interior del gobierno de Santa Cruz.
Los restantes pasajeros tenían vínculos laborales en Chubut o Santa Cruz.
Marcelo Frías, de 42 años, oriundo de Córdoba, era padre de una niña de 9 años. Había subido al avión en la capital cordobesa en el marco de su trabajo como “inyeccionista” en pozos petroleros, motivo por el cual viajaba cada 15 días a Comodoro Rivadavia.
Jorge Jacomes, de 30 años, residía en la localidad mendocina de Godoy Cruz junto a su esposa y sus dos hijos. Viajaba a Comodoro Rivadavia como empleado de una empresa petrolera.
Diego Córdoba, vivía en Luján de Cuyo, Mendoza, estaba casado y tenía dos hijos. Viajaba continuamente a Comodoro Rivadavia donde también prestaba servicios en una empresa petrolera.
Juan Manuel Ruiz y Darío Runjevac residían en Neuquén y trabajaban para la empresa de servicios petroleros Key, como gerentes de recursos humanos y de logística, respectivamente. Ambos tenían previsto mantener ayer a partir de las 10 una reunión de trabajo en Comodoro Rivadavia.
Rubén Demaría tenía domicilio en la capital de Neuquén y trabajaba en la empresa de servicios de ingeniería y arquitectura Ciar.
Emanuel Olivera también se desempeñaba en Ciar y viajaba por razones laborales junto a Demaría. Estaba domiciliado en Plottier, Neuquén.
Andrés Cerioni y Luis Vargas, eran oriundos de Mendoza y se desempeñaban como contratistas de la minera Cerro Vanguardia S.A., en cercanías de Puerto San Julián.
Gustavo Castro también era oriundo de Mendoza mientras que Hugo Di Filippo y Fernando Pulozzi, tomaron el vuelo en Neuquén. No se conocen mayores detalles acerca de estos tres pasajeros, pero se presume que viajaban a la región por cuestiones laborales.
Respecto de la tripulación, Juan Raffo, de 45 años y oriundo de Córdoba era el piloto del avión accidentado. Padre de cuatro hijos, había trabajado en Southern Winds y en Prefectura Naval. Había comenzado su carrera en la Escuela Naval de Buenos Aires.
Adriano Bolatti era el copiloto de la nave. Junto con Raffo fue elogiado ayer por la empresa Sol que los calificó de profesionales “con experiencia”, “muy meticulosos” y “en plena capacidad de sus actos”.
Jesica Fontán era rosarina y la única azafata del vuelo. El titular de la Asociación Argentina de Aeronavegantes (AAA), Ricardo Frecia, aseguró ayer que la joven había realizado varias denuncias por las condiciones de trabajo en Sol y sostuvo que la compañía “viola sistemáticamente las normas” de protección de los tripulantes.
DIARIO EL PATAGONICO
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