Nunca tuve claro de
dónde me vino la vocación por la medicina, pero es probable que uno de los elementos
mas determinantes fuera ver el trabajo de los médicos de aquella época; me
refiero a las décadas 70 y 80: Cevasco, Rostagno, Capllonch y otros. Profesionales
que hacían lo que podían y a veces más. Como siempre ocurre se les valora más
cuando ya no están, así es la condición humana.
Cuando Deseado era
un pueblo y todo el mundo se conocía,
las referencias que me daba mi padrino Pepe Alemany que trabajó muchos años en
el hospital, acerca del trabajo de estos y otros médicos debió haber influído
mucho en mí.
Curiosamente nunca
supe el nombre, para mí era simplemente el Dr Cevasco. El respeto que me
inspiraba no me hubiera permitido dirigirme a él de otra forma.
Cuando terminé la
carrera y cumplí el servicio militar, colaboraba en el hospital como parte de
mis funciones.
Cuando un día
escuchó a una de las enfermeras que me conocía de toda la vida llamarme por mi
apodo de aquel entonces, el Dr Cevasco le aclaró que yo era “el Dr. Herrera “.
Creo que nunca nadie más se animó a llamarme de otra manera, al menos dentro
del hospital.
Con Cevasco y Capllonch
fue con quienes tuve una relación más cercana porque me gustaba la cirugía.
Con ellos aprendí a operar hernias y apendicitis. Les ayudé en cirugías
complicadas como una osteosíntesis por fractura de tibia en mi primo Martín
López. Esa pierna, que yo sepa, quedó tan bien como de fábrica. Por aquel
entonces esas operaciones no se hacían más que en Buenos Aires. Tal vez también en
Comodoro Rivadavia.
En aquel año surgió
la posibilidad de trabajar en Santa Cruz. Podía ir unos meses a Río Gallegos a
aprender lo básico en cirugía y luego trabajar en Puerto Deseado, para hacer lo
que ellos. Lo que yo había crecido admirando. Y sin embargo el Dr Cevasco tuvo
la visión y la honestidad para aconsejarme a que me fuera a Buenos Aires, para
aprender la verdadera cirugía. Con el Dr Gárriz, otro deseadense, conocido no
sólo en Argentina sino también en muchos otros países.
Por esas cosas
incomprensibles las veces que estuve de paso en Deseado nunca tomé la
iniciativa de reunirme con él para conversar de la que era seguramente su
favorita dentro de las especialidades médicas. O como diría Borges, Deseado nos
estuvo desencontrando.
Las cosas que pudimos
haber conversado... Me lo imagino ávido y curioso. Sé que le apasionaría ver
las operaciones que ahora se pueden hacer sin necesidad de abrir el abdomen de
un paciente.
Puesto a imaginar
creo que le encantaría ayudarme a operar un estómago o un hígado por
laparoscopia. A mí me gustaría saber si era creyente, que pensaba acerca de
otra vida después de esta.
Estoy convencido de
que Sonia a quien siempre recuerdo
cómplice y amiga de Pepe, mi padrino…o
padre ?, coincidirá conmigo. A
ella le envío un afectuoso abrazo.
Me gustaría
saludarla la próxima vez que visite Puerto Deseado.
Vicente
Herrera
vicentehc54@hotmail.com
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