Habitado por los tehuelches desde tiempos remotos, conforme con los estudios de la Dra. Alicia Castro, colaboradora de la Fundación Conociendo Nuestra Casa, visitado por los grandes navegantes del siglo XVI en adelante, Cabo Blanco encierra una apasionante historia en un paraje de excepcional belleza paisajística. En épocas más modernas, desde 1902, fue sede de una oficina de Correos y Telégrafos y albergó una población de más de 150 personas que explotaban las salinas cercanas. En 1917 se inauguró el imponente faro que corona el promontorio rocoso.
La propuesta de la Fundación apuntaba a conocer en profundidad el lugar, efectuar una limpieza de playas y realizar una experiencia de convivencia y campamentismo y comprendió etapas de estudio, planificación, ejecución y divulgación.
El grupo, de 38 voluntarios, se trasladó al lugar y remolcó un tráiler con los kayaks. Después de armar el campamento, los adolescentes disfrutaron del día de sol en la bahía sur, navegando en kayak acompañados de pingüinos de Magallanes, cormoranes imperiales y macás grandes, y también bañándose en sus tranquilas aguas.
Por la tarde, realizaron una caminata limpiando la playa ubicada al norte del faro y llenaron bolsas de residuos con plásticos, botellas de vidrio, cartones, chapas y otros elementos provenientes de los barcos que operan en la zona y que las corrientes marinas depositan en la orilla.
Con mucho entusiasmo, los chicos trabajaron en equipos de dos integrantes, “por momentos la tarea se convirtió en una divertida competencia para ver qué pareja llenaba más bolsas”, señaló Sergio Rodríguez, padre de Noé (8), el más joven del grupo.
Durante la noche compartieron una cena, y cantaron canciones marineras alrededor de un fogón. El viento aumentó y al derribar una carpa obligó a sus ocupantes a buscar refugio en la casa de los guardafaros de la Armada, que les ofrecieron generosa hospitalidad.
Al día siguiente, realizaron un recorrido por diversos puntos del lugar. Más tarde, visitaron el histórico faro, y se dirigieron a los apostaderos de lobos de uno y dos pelos. Esta última especie, llamada también “oso marino”, estuvo a punto de ser exterminada en el sur argentino por el valor de su piel y Cabo Blanco es el lugar de la costa argentina donde es más fácil observarlos.
Como despedida, hubo tiempo para volver al agua, realizar cinchadas y disfrutar del denominado “sifón”, un recoveco entre las rocas donde las olas, al reventar, levantan una espuma que se eleva varios metros. Cada explosión era celebrada a los gritos por los chicos cuando el agua los empapaba.
“La convivencia, con el lema: “Respeto y Cariño”, fortaleció los objetivos del proyecto en particular y las metas del programa social, educativo-ambiental y deportivo, en general. De ese modo, amplió el conocimiento de nuestros sitios turísticos en sus aspectos históricos, geográficos, de fauna y flora, a la vez que ofreció a los jóvenes experiencias alternativas que los motivan a mejorar la interacción con sus pares, a afianzar el sentido de pertenencia al grupo y a realizar acciones solidarias y de compromiso con la comunidad”, señalaron desde la fundación.
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