EL ORDEN DIGITAL

martes, 7 de agosto de 2012

UN VIAJE DE LA PATAGONIA A MARTE


El ingeniero a cargo del viaje, el descenso y la operación en la superficie marciana del robot estadounidense de exploración Curiosity es el argentino Miguel San Martín, de 53 años, hijo de una familia de chacareros de Villa Regina.
 El experto, formado en los Estados Unidos, dirige el grupo de ingenieros que diseñó, implementó y opera el guiado y control de todas las fases de traslado del más propiamente llamado Laboratorio Científico de Marte. Su difícil misión: tratar que este enorme vehículo espacial llegue a Marte si un rasguño.
 El trotamundos de seis ruedas y propulsión nuclear incluye una tecnología mucho más avanzada que cualquier otro aparato que haya aterrizado en el planeta rojo.
 En una entrevista con la agencia CYTA-Instituto Leloir, San Martín confesó que su sueño de niño, bajo el estrellado cielo de una chacra reginense, era la exploración interplanetaria.
 Miguel recuerda bien el momento en el que supo que quería ser un ingeniero espacial: "Fue en una fría noche de invierno, en 1976, mirando el cielo en la chacra de mi familia en Río Negro, mientras escuchaba por la onda corta de la BBC cómo la nave Viking llegaba a Marte". San Martín tenía 17 años. Un año después dejaría su Argentina natal y viajaría a Estados Unidos para hacer realidad su sueño. Primero estudió electrónica y luego hizo una maestría en aeronáutica y astronáutica en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
 Apenas concluyó sus estudios pudo cumplir con una fantasía que tienen millones de niños en todo el mundo: ingresar a la agencia espacial estadounidense, la NASA, meca de la investigación cósmica.
 Difícilmente habría podido imaginar este argentino que casi tres décadas más tarde seguiría trabajando para la NASA y sería uno de los máximos responsables del que hoy es el programa más ambicioso de la agencia: la misión Curiosity (Curiosidad) a Marte.
 El Curiosity es el vehículo explorador más grande y más sofisticado que ha construido la NASA. Pesa cerca de una tonelada y tiene el tamaño de un auto (el doble que sus antecesores, los rovers Spirit y Opportunity, enviados a la superficie marciana en 2004).
El robot llevará aparatos para tomar fotografías, oler, saborear e incluso perforar. Estudiará el ambiente para determinar si el cráter gigante donde tiene previsto descender fue en algún momento un medio ambiente habitable para la vida microbiana. Su brazo robot de 7 metros de largo tiene un taladro eléctrico en el extremo que puede perforar tanto rocas como la superficie. Al igual que un científico en un laboratorio, puede transferir el polvo del suelo hasta su mesa de trabajo a bordo para desentrañar los minerales y "oler'' en busca de elementos orgánicos, considerados los ladrillos químicos de la vida.
(Télam)

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