Estas breves reflexiones que vamos a compartir surgen de nuestra necesidad de comprender qué estamos celebrando hoy.
Mientras la televisión nos inunda con imágenes de shows y slogans, de riñas por pequeñeces entre nuestros principales dirigentes, es bueno pensar en aquellos hombres y mujeres que un día se cansaron de depender de un poder extranjero. De aquellos a los que, como nos decìa una joven estudiante, les saltó la ficha y decidieron empezar una nueva historia.
Cuando hablamos de un festejo patrio, algunos dicen que no debemos mezclarlo con la política, o la economía. Y sin embargo, la Patria no es solamente el territorio. Somos nosotros, y los otros, y todos, argentinos y extranjeros de buena voluntad. Aquellos hombres de Mayo se apasionaron con la política y la usaron como herramienta para un cambio tremendo. Se atrevieron a pensar que la soberania volvia al pueblo. Se animaron a imaginar un gobierno propio. Pusieron su inteligencia, su dinero y sus propias vidas al servicio de una Argentina que todavía no tenía nombre.
Domingo Matheu y Juan Larrea, vocales de la primera Junta, fueron dos comerciantes españoles que aportaron mucho dinero para esa revolución pacífica.
Cornelio Saavedra y Mariano Moreno, con personalidades muy diferentes, confluyeron en el deseo y la necesidad urgente de iniciar el nuevo camino.
Abogados como Paso, Castelli y Manuel Belgrano fueron columnas fundamentales de las nuevas ideas y protagonistas de un tiempo difícil. Dieron el primer paso con audacia y sin saber exactamente qué vendría después.
La lucha de aquellos criollos no fue una típica representación escolar, ni España aceptó fácilmente la decisión.
Eso estamos celebrando hoy. Que ellos se hayan atrevido a elegir la autodeterminación de un pueblo que ya era adulto. Ellos tenían intereses y visiones muy diferentes de la realidad.
Han pasado doscientos años, y nuestras profundas divisiones van cambiando de nombres y de líderes. Nuevas banderas, nuevas consignas, enfrentamientos por cuestiones circunstanciales, nos impiden a veces descubrir nuestro destino común.
Hemos vivido numerosas crisis en estos doscientos años. Hemos sido despojados de nuestros derechos, de nuestras riquezas, de nuestra soberanía sobre territorios que nos pertenecen.
Y sin embargo hoy nos reune la esperanza. Porque a pesar de todo, seguimos teniendo todo. Una variedad cultural, racial, religiosa y política que debe aportarnos miradas múltiples y soluciones frente a un mundo cambiante.
Seguimos teniendo todo. Un territorio de extensión casi indescriptible, con paisajes diversos que el mundo admira. Una tierra rica que sólo espera la acción humana para multiplicar todo tipo de frutos, energía y productos industriales que el mundo necesita. Un mar inagotable, con recursos renovables que debemos proteger.
Nos despojaron de todo, y seguimos teniendo todo. Valores de familia, de solidaridad, de identidad, que se han perdido en muchos paises del mundo.
Durante estos meses hemos visto y escuchado anuncios y campañas publicitarias que hablaron intensamente del bicentenario. Hasta nos indignamos cuando se utilizó esta fecha para promocionar la venta de una mayonesa. Y sin embargo, directa o indirectamente pudimos pensar en nuestros valores, en nuestro orgullo de haber nacido o vivir en esta tierra amada. En una fecha como esta nos pensamos más argentinos y pensamos cómo ser mejores argentinos, cómo construir un país con más educación, con más industrias, con gente más feliz, con justicia y equidad para todos, porque nadie puede salvarse solo, porque estamos en el mismo barco y si le hacemos daño, nos hacemos daño.
Esta es la tierra que elegimos para vivir y esta es nuestra gente; con lo que somos y tenemos podemos construir algo mejor.
Como dice Alberto Cortez:
Amada mía, querida mía,
Ay, Patria mía. De tumbo en tumbo,
se pierde el rumbo de la alegría. ¡Vamos arriba!
que no se diga que estás llorando; que tus heridas
mal avenidas se irán curando.
Defiende tu derecho a la vida
y juntos seguiremos andando.
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