EL ORDEN DIGITAL

lunes, 7 de octubre de 2013

Cosas que pasan en el Sur


Son muchos años que hace ya que la Universidad Católica de Buenos Aires se acerca a la atractiva localidad de Puerto Deseado y sus entornos. En los últimos tiempos hemos viajado con mayor asiduidad, a veces motivados por el ferrocarril y desde el 2007, por Cabo Blanco. 
Cualquiera fuera la razón, tuvimos suerte que sus habitantes nos ofrecieron su recepción patagónica reconocida en todo el país. Aunque tengo que reconocer y más vale agradecer que en este último emprendimiento que lleva adelante el Programa Patagónico de nuestra Universidad con respecto a la puesta en valor de Cabo Blanco a través de sus antiguas construcciones se “han pasado”. 
El trato, los alientos personales e institucionales, los aportes económicos empresariales y los favores logísticos fueron “in crescendo” en cada una de nuestras alocadas apariciones. No soy simpatizante de los agradecimientos públicos y menos a través de internet o cosas que se le parezcan, pero la vuelta a mis pagos bonaerenses, me hicieron reflexionar sobre lo hecho y sobre lo mucho que hay por hacer. Al ver tanta comunicación no buena que se percibe en los diarios, me he propuesto  manifestar nuestro mayor y sincero agradecimiento. Se trata de decir gracias por permitirles a decenas de jóvenes trabajar en este rincón del país y ayudarlos a sentirse útiles además de aprender. 
En primer lugar, a Carlos Santos por inspirarnos y enseñarnos la historia del lugar, a Jorge Ribaya y a su mujer por sus aportes camperos y sus delicadezas constantes con cada uno de los estudiantes que se acercan al proyecto. 
A Malala y a Marcos Oliva Day por su generosidad y por poner su Fundación “Conociendo Nuestra Casa” a cada momento y para cada cosa que fuimos necesitando.  
A la Armada a través del Capitán Olmos y a sus atentos marinos que siempre han puesto a disposición su refugio y nos han “protegido” baja la bandera de nuestra Patria. 
Al Consejo Agrario Provincial, con Mario Ramos a la cabeza y su personal por permitirnos trabajar en su jurisdicción. 
A Vialidad Provincial, especialmente a Marcelo Marsicano y a su atento personal como profesional. 
A la Municipalidad, que con la veña de su Intendente, nos ayuda cada vez facilitándonos las escalas técnicas en el albergue, y colabora n a través del dedicado trabajo de su funcionarios: Martín Soto, Carina Zini, Rosa Aravales y últimamente Santiago Aberastain, que nos aporta su fuerza y juventud.
A esta lista de personas que fuimos sumando a los recuerdos recientes, no puedo dejar sumar el incansable apoyo logístico de la Estancia “La Estrella” de Flavio Figueroa y de sus hombres, recuerdo ahora el nombre de Alberto. 
Debo también poner de relieve, el apoyo más que importante de la Empresa Hipertehuelche a través del santacruceño Eduardo Costa. Sin el directo aporte económico a través de materiales, no hubiéramos arrancado esta empresa y todo hubiera quedado en palabras. 
Algo similar pasó con la Minera Yamana Gold, a través de Alberto Carlocchia y de Clara Torresagasti conseguimos el segundo empujón de materiales que necesitábamos para continuar.
También existieron aportes solidarios y solitarios, así fue el caso Mario Lopes, “Tate” Rodríguez, Felipe Britez, “Chanchuli” Fernández, el “Colo”, el Ejército, a través de sus soldados y del Teniente Cnel. Gustavo Barceló que nos apoyó cuando se hacía muy difícil acercarnos al objetivo, un Cabo Blanco después de la nevada y recientes lluvias. 
Gracias también a cada uno de los integrantes de la Asociación Amigos de Cabo Blanco que aportan cada uno un granito de arena y lo hacen con mucho esfuerzo.  
Un capítulo especial se lo llevan el “Polaco” Naves y su señora Dorita, quienes con el viaje que hicimos el jueves pasado en una camioneta “prestada” a Cabo Blanco para socorrer a los que habían quedado aislados. Una delicia el viaje, la conversación, el mate pero especialmente la pasión con la que se acercaron a nosotros. 
Llego al final de los agradecimientos, y me reservo uno, no sé si es el más importante, no importa, no es una competencia, pero si un reconocimiento a dos personas, una es al “herrero” Gonzalo Arguimbau, a quien nos trajimos desde Bella Vista (Buenos Aires). Lo hizo ad honorem, con su mujer embarazada del séptimo hijo, a punto de operar a su hijo menor de corazón, vino, trabajó las diez horas de luz todos los días y siempre de buen humor, aún cuando por un desencuentro no pudo llegar a la cita del médico en Buenos Aires. 
La otra persona aunque va por partida doble es Pepe Pérez y Chiche Santi un duo con conocimientos y trabajos distintos pero que los unió el incondicional apoyo con el proyecto Cabo Blanco y con cada una de las preocupaciones que teníamos y con cada chico una palabra o un gesto de apoyo y de comprensión, en especial esta última vuelta. 
Digo y cuento estas cosas porque necesito contarlas a mi gente acá en la Universidad, a mis amistades, porque siento que existen bajones anímicos en Deseado y también en mis pagos, que  a veces confunden y desmoralizan. No quiero y no voy a negar la realidad pero también tengo para contar buenas historias que sucedieron en estos días pasados en Cabo Blanco y por Cabo Blanco … y es que se siguen dando buenos y muy buenos criollos. 

Alex H. Vallega








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